El Arte de las revoluciones: El constructivismo ruso

En los albores de la Revolución Rusa surgieron una serie de vanguardias que buscaban reafirmar el movimiento obrero y la búsqueda de nuevas expresiones del arte. Uno de ellos es el constructivismo. Este término en un principio fue peyorativo, empleándose por primera vez en 1914 por el crítico finés Punin para referirse a los primeros relieves pictóricos del ruso, nacido en Ucrania, Vladimir Tatlin. Este artista es considerado el fundador de esta corriente que, junto al futurismo, fue una de las más importantes de los primeros años del periodo revolucionario soviético, la posterior Guerra Civil Rusa y los primeros años de la Unión Soviética. Los artistas seguidores de este movimiento rompieron con la estética burguesa y quisieron emplear el arte como un instrumento utilitario de acción revolucionaria en la que se empleaban materiales novedosos, pero asequibles para todo el pueblo, que también se utilizarían en la industrias del momento. Lo anterior sería parte de la misma concepción de la corriente que estaría influenciada por el cubismo de Braque y Picasso. Los contactos primigenios del constructivismo por el resto de Europa se realizan ya en 1920 cuando un grupo de artistas húngaros lo promocionan, primero en Viena y más tarde en Berlín. Dos años más tarde es definitivamente reconocido en el panorama vanguardista europeo tras la publicación del ensayo Constructivismo por Alekséi Gan. También contribuyeron diversas exposiciones en el mismo año como la realizada en Düsseldorf o la Primera Exposición Rusa de Berlín en dónde se mostró el arte ruso del momento.

Los principales artistas, junto a Tatlin, fueron Rodchenko, Exter, El Lissitzki y Stepanova teniendo su principal escuela en el complejo Vjutemás creada por orden de Lenin en Moscú.